La Cuarentena y el Aislamiento de María

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Algunos datos serán anónimos, y otros nombres serán reemplazados, a petición de la fuente. 

Había miedo y ansiedad en el ambiente. María, junto a dos compañeras más, tenía que atender los casos sospechosos de Covid-19, en un toldo a las afueras de un hospital capitalino. Ella nunca fue muy ansiosa, cumplía con su trabajo tranquila (dentro de lo posible en medio de una pandemia). 

“Yo tengo mi equipo de protección, lo uso adecuadamente. Teníamos un mes de estar trabajando en eso”, decía. Y justamente, luego de un mes, pasó lo que no era tan impensable: el último domingo de marzo comenzó a sentir malestar general, dolor de cabeza, dolor de cuerpo, cansancio, pero nunca tuvo ni tos, ni fiebre. Se vigilaba constantemente, se tomaba la temperatura, pero nunca tuvo los síntomas. Pensaba que el cansancio se debía a que la semana anterior tuvo que trabajar mucho y hacer muchas guardias a razón de la gran afluencia de personas que estaban llegando a hacerse chequeos.

Días después, el 2 de marzo, notó que había perdido el olfato, olió cosas cuyas esencias son fuertes, pero no percibió ni un rastro de su aroma. Ese mismo día, en la conferencia de prensa, el ministro de Salud, Daniel Salas, indicó que la pérdida de olfato se incluiría en la lista de síntomas. María llamó a su jefatura, e inmediatamente le hicieron un hisopado (la prueba para el Covid-19), que consiste en insertar un largo aplicador en ambas fosas nasales,  hasta llegar a la faringe, para extraer la muestra. Al día siguiente le confirmaron que dio positivo en la prueba. Ese mismo 3 abril, se anunciaba la cifra de 416 casos en el país. 

María no tiene idea de dónde se contagió. Ella no salía de su casa, cuando comenzó con síntomas se mantuvo alejada. En el trabajo usaba todo el equipo necesario: guantes, máscara, botas, gafas, gorro. Cuando llegaba a su casa, se quitaba todo, y lo ponía en un lugar especial, luego se bañaba, y se lavaba el pelo. De vez en cuando, su esposo la iba a dejar, otras veces, tenía que irse en bus, y sospecha que quizá pudo ser ahí.

“Tengo todo mi protocolo de seguridad en el hospital, pero cuando yo voy y me montó al bus, hay un montón de gente que me puede contagiar, inclusive, yo puedo contagiar a esa gente que se me sienta a la par.”

Cuenta que incluso presentó quejas ante la empresa autobusera, por las medidas de salud que no se acataban. 

Cuando ya era un hecho su contagio, se entregó a las paredes que conformaban su cuarto. Vivía con su esposo y su primo, y ambos se mantuvieron aislados. Ella se quedó en su cuarto, a la suerte de libros, y un televisor. Para comer, tenía su propio plato, y cubiertos, que lavaba en el baño. Había una ventana, por la cual sacaba el plato para que le sirvieran comida. Ya no podía ni trabajar, ni ir a la iglesia. Su vida cambió, y la dejó a la deriva en un aislamiento que llegaba a ser aburrido, según sus palabras. 

Durante su estadía en el cuarto, seguía experimentando cansancio, agitación por cualquier cosa. Llegaba un punto en el que ya no podía ver televisión ni leer, por el dolor de cabeza. Experimentó la nostalgia de no poder estar cerca de su esposo. 

“Es como que uno no tiene fuerzas para nada, solo para dormir” dice María. También dice que la primera semana los días ni los vio, que dormía día y noche por la fatiga. Ella estaba acostumbrada a un estilo de vida muy activo, luego todo fue distinto. 

Por parte del Ministerio de Salud y la Caja Costarricense del Seguros Social, ha estado recibiendo atención psicológica, para ver cómo lidia con el virus, y el encierro. Pero dice que ella nunca ha sido una persona muy ansiosa. La situación fue mejorando, y durante el día, luego de un tiempo, ya podía estar despierta, sin sucumbir ante el sueño. 

María, no se llama María, pero pidió que su nombre quedara anónimo. María, es un caso más de los cientos diagnosticados con Covid-19 en Costa Rica. En algún momento dijo que dejó de ver los días que lo único que hacía era dormir. Pero los días volverán a hacerse visibles, el tiempo va a pasar, María no se llama María, pero tiene un nombre, así como todos nosotros, que atravesamos la pandemia ante la incertidumbre de lo que vaya a venir.

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