Es una práctica común en las personas quejarse de “lo mal” que las ha tratado la vida, pensar en todo lo que no pudieron lograr, compararse contra otras personas y sus metas propias de vida; en fin, es común que al final de un año (inclusive, tan caudaloso como el 2020) las personas se cuestionen las decisiones tomadas y las metas no alcanzadas. Es un hábito común, pero mal utilizado, que puede llegar a repercutir negativamente en la salud emocional de las personas.

Lastimosamente, los seres humanos, tendemos a confundir el éxito y a medirlo de manera errónea. Ser una persona exitosa se debe entender de distintas maneras:

  • En mis relaciones interpersonales, al estar en buenos términos con mis seres queridos (familiares, amigos, conocidos, compañeros de trabajo, etc.);
  • En mi salud mental y física;
  • Aprendiendo a valorarme y quererme cada día más;
  • Entendiendo que el crecimiento personal y profesional es individual, incomparable y continuo.

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Abraham Maslow, uno de los principales fundadores de la psicología humanista, desarrolló un modelo que jerarquiza las necesidades humanas según los niveles de satisfacción adquiridos por cada una de ellas. Maslow afirmaba que los seres humanos están constantemente en la búsqueda de su autorrealización, que está totalmente ligada a la salud mental de los individuos. A continuación, la Pirámide de necesidades de Maslow:

Elaboración propia.

Esta jerarquía de necesidades humanas posiciona a la fisiología en la base, considerando las acciones básicas del cuerpo humano como la primera prioridad que deberíamos alcanzar en nuestro camino hacia el éxito. Le sigue la seguridad física, económica, familiar y en el ámbito de la salud; muy cerca le sigue la afiliación, que abarca todas las relaciones interpersonales que tienen los seres humanos. En cuarta prioridad se encuentra el reconocimiento de entes externos, pero también el auto reconocimiento y la auto aceptación. Por último, se encuentra la autorrealización que se puede definir como el éxito holístico del ser humano.

Al finalizar un año deberíamos analizar todos estos aspectos, pero sin compararlos con alguna otra persona; sino midiendo nuestras propias metas y aceptando el progreso en cada una de ellas. Trabajar en la estabilidad emocional debería ser una prioridad en todas las personas. Una persona que se ha logrado posicionar en niveles altos de la pirámide, se considera una persona exitosa.

Completar un año vivido debería utilizarse para agradecer por todo lo que tenemos, experimentamos, disfrutamos y aprendimos. Mostrar gratitud por un año finalizado, hasta un año tumultuoso como el que vamos a terminar, es aceptar las adversidades y prepararse para el siguiente con la mejor actitud. La gratitud se demuestra todos los días, pero ¿Qué mejor momento para hacerlo que durante los últimos del 2020?

Glendy Pérez
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